Siempre me ha gustado la novela negra, incluso cuando era considerada un género menor por parte del establishment cultureta. Ahora, que lleva unos cuantos años de moda, parece que se ha descubierto aquello por lo que me encantaba en su momento: su precisión para reflejar la trastienda de la sociedad o esa misma sociedad “real” y no una idílica o idealizada; los personajes con dobleces y matices, y sin atributos de héroe; la asunción de que el Bien, el Mal y la Verdad son poliédricos, y no absolutos e intocables.
Juanma me habló bien de la última novela de Philip Kerr, galardonada con el Premio RBA de Novela Negra 2009. Y yo siempre escucho a mis amigos, que para eso saben más que yo. Aprovechando que tenía que devolver unos libros infantiles en la biblioteca (y el clásico del cómic, “El eternauta”), me acerqué a la K a ver si encontraba algo del susodicho. Vi el primero de la tetralogía Berlin noir: “Violetas de marzo”, mote que se daba a todos los advenedizos que se subieron al carro nazi con tal de medrar en el nuevo sistema alemán de los años 30.
En esta novela nos encontramos a un detective bastante arquetípico: expolicía, expulsado (o invitado a abandonar el cuerpo) por sus disensiones políticas con la nueva cúpula nazi, que no se arredra ante las dificultades, bien sea por cabezonería, principios o una adecuada suma de dinero, y sin problemas de conciencia cuando se hace necesario usar la violencia. Como suele ser habitual, un caso que en apariencia se presenta rutinario –la investigación de un doble crimen con el robo de unas joyas- esconde mucho más de lo esperado, con ramificaciones que alcanzan hasta la mismísima cúpula del régimen alemán. El escenario, el Berlín del inicio de las Olimpiadas, donde el autor refleja la simpatía de los espectadores por las gestas atléticas de Jesse Owens, el esplendor del nazismo, bien sea por su legión de seguidores (entre cuyas facciones también abundan los navajazos) bien porque los que no simpatizan con ellos prefieren mirar hacia otro lado para no acabar en un campo de concentración, y el embrión de la carrera militar que desembocará en la Segunda Guerra Mundial.
Novela de lectura fácil, lo que nunca debe entenderse como algo peyorativo, adolece en mi opinión de un final en el que debe aplicarse en toda su intensidad el “principio de suspensión temporal de la credulidad”. Kerr mete al prota en un embolao de tal calibre (obviamente no lo desvelaré) del que solo un milagro (o una “trampa” del autor) puede librarle.
Pues eso, esta novela ofrece una rato entretenido, sin más pretensiones, que es más de lo que se puede decir de muchas otras.
(Banda sonora: Tornassolat - Glissando)
Juanma me habló bien de la última novela de Philip Kerr, galardonada con el Premio RBA de Novela Negra 2009. Y yo siempre escucho a mis amigos, que para eso saben más que yo. Aprovechando que tenía que devolver unos libros infantiles en la biblioteca (y el clásico del cómic, “El eternauta”), me acerqué a la K a ver si encontraba algo del susodicho. Vi el primero de la tetralogía Berlin noir: “Violetas de marzo”, mote que se daba a todos los advenedizos que se subieron al carro nazi con tal de medrar en el nuevo sistema alemán de los años 30.
En esta novela nos encontramos a un detective bastante arquetípico: expolicía, expulsado (o invitado a abandonar el cuerpo) por sus disensiones políticas con la nueva cúpula nazi, que no se arredra ante las dificultades, bien sea por cabezonería, principios o una adecuada suma de dinero, y sin problemas de conciencia cuando se hace necesario usar la violencia. Como suele ser habitual, un caso que en apariencia se presenta rutinario –la investigación de un doble crimen con el robo de unas joyas- esconde mucho más de lo esperado, con ramificaciones que alcanzan hasta la mismísima cúpula del régimen alemán. El escenario, el Berlín del inicio de las Olimpiadas, donde el autor refleja la simpatía de los espectadores por las gestas atléticas de Jesse Owens, el esplendor del nazismo, bien sea por su legión de seguidores (entre cuyas facciones también abundan los navajazos) bien porque los que no simpatizan con ellos prefieren mirar hacia otro lado para no acabar en un campo de concentración, y el embrión de la carrera militar que desembocará en la Segunda Guerra Mundial.
Novela de lectura fácil, lo que nunca debe entenderse como algo peyorativo, adolece en mi opinión de un final en el que debe aplicarse en toda su intensidad el “principio de suspensión temporal de la credulidad”. Kerr mete al prota en un embolao de tal calibre (obviamente no lo desvelaré) del que solo un milagro (o una “trampa” del autor) puede librarle.
Pues eso, esta novela ofrece una rato entretenido, sin más pretensiones, que es más de lo que se puede decir de muchas otras.
Violetas de marzo; Philip Kerr; RBA bolsillo serie negra; traducción Isabel Merino; 2007; 383 páginas
(Banda sonora: Tornassolat - Glissando)
3 comentarios:
A mi l anovela negra nunca me ha pillado, así que si no tiene un punto extra... Nos apuntamos esta.
Para el periodo pre nazismo, los tebeos de Jason Lutes, Berlin, están más qeu bien.
La II GM siempre me ha interesado, más que el periodo entreguerras incluyendo el nazismo en sí, aunque este es un periodo con mucha enjundia.
Hablando del tema, acabo de ver "Good". No está mal como reflejo del ascenso nazi y de la perversión del laissez faire y el mirar hacia otro lado.
También "La ola", como ejemplo de la manipulación y el poder (perverso) de la masa adoctrinada.
De tant "mirar cap a una altra banda" hi hauria d'haver una legió de guenyos...Vegeu el cas "bitllet" a casa nostra...;)
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