Si hay unos libros que me tiran de espalda son todos aquellos cuyo título contiene las palabras “código, enigma, clave” o similar asociadas a un nombre famoso –y preferiblemente histórico- Da Vinci, Dante, Gaudí, etc. Sinónimo de novela que tratará de una espeluznante conspiración, oculta por las fuerzas del mal, y resuelta gracias a los desvelos del sufrido escritor. Por eso, cuando vi la palabra Dickens en el título tuve mi momento de duda.
Sin embargo, es un libro que trata sobre otro, “El misterio de Edwin Drood”, la última novela de Charles Dickens, inconclusa a causa de su repentina muerte. A partir de esa premisa, Matthew Pearl nos transporta alternativamente de la búsqueda de la clave que permita descubrir cómo pensaba acabar el autor la citada obra por parte del editor americano, a la última y azarosa gira de Dickens por los Estados Unidos para realizar lecturas de sus novelas, además de contemplar los avatares de su hijo Frank como policía colonial en la India. Pues bien, todos esos “saltos” y distintas peripecias nos irán arrojando poco a poco las pistas para encajar las piezas dispersas de ese puzle que en principio no parece tal.
A pesar que la trama transcurre hace más de 125 años, y el autor sabe encajar curiosos detalles de la vida de la época en los “salvajes” Estados Unidos, encontramos abundantes paralelismos con la actualidad. Dickens representa el star system de la época, moviendo a masas de fans a su paso, generando fortunas con cualquiera de sus actividades. Y su obra como fenómeno literario único, al igual que pongamos por caso la obra de Stieg Larsson o los libros de Harry Potter, pues consigue que lean sus libros gente que no lee nada más que los mismos. Los problemas de la propiedad intelectual y el pirateo, ya que los EE.UU. no reconoce dicha propiedad y se copian y roban con descaro los éxitos literarios europeos. El tráfico y consumo de drogas, en este caso el opio, del que preteden los británicos el monopolio del comercio con China e imponen su cultivo en la India, pero que resulta imposible de controlar y existen mafias dedicadas a traficar.
Bien escrito, de ritmo ágil, resulta de lectura amena.
(Banda sonora: Polaroids - Glissando)
Sin embargo, es un libro que trata sobre otro, “El misterio de Edwin Drood”, la última novela de Charles Dickens, inconclusa a causa de su repentina muerte. A partir de esa premisa, Matthew Pearl nos transporta alternativamente de la búsqueda de la clave que permita descubrir cómo pensaba acabar el autor la citada obra por parte del editor americano, a la última y azarosa gira de Dickens por los Estados Unidos para realizar lecturas de sus novelas, además de contemplar los avatares de su hijo Frank como policía colonial en la India. Pues bien, todos esos “saltos” y distintas peripecias nos irán arrojando poco a poco las pistas para encajar las piezas dispersas de ese puzle que en principio no parece tal.
A pesar que la trama transcurre hace más de 125 años, y el autor sabe encajar curiosos detalles de la vida de la época en los “salvajes” Estados Unidos, encontramos abundantes paralelismos con la actualidad. Dickens representa el star system de la época, moviendo a masas de fans a su paso, generando fortunas con cualquiera de sus actividades. Y su obra como fenómeno literario único, al igual que pongamos por caso la obra de Stieg Larsson o los libros de Harry Potter, pues consigue que lean sus libros gente que no lee nada más que los mismos. Los problemas de la propiedad intelectual y el pirateo, ya que los EE.UU. no reconoce dicha propiedad y se copian y roban con descaro los éxitos literarios europeos. El tráfico y consumo de drogas, en este caso el opio, del que preteden los británicos el monopolio del comercio con China e imponen su cultivo en la India, pero que resulta imposible de controlar y existen mafias dedicadas a traficar.
Bien escrito, de ritmo ágil, resulta de lectura amena.
El último Dickens; Matthew Pearl; Alfaguara; traducción Manu
Berástegui; 2009; 500 páginas
(Banda sonora: Polaroids - Glissando)
4 comentarios:
Curioso, tomamos nota, aunque la época victoriana no es de mis favoritas...
500 páginas...
Aix... No crec que hi hagi temps!
De totes maneres, no el descartem, no...
Otro filón literario de nuestros tiempos: rizar el rizo de otras obras, acabadas o no
1. La joven de la perla
2. Orgullo, prejuicio y zombis
3. etc...
La época victoriana da mucho jugo, al menos literariamente.
Avui en dia 500 pags. és un no res per un llibre ;-)
Sí, ahora se han puesto de moda revisar clásicos y añadirles zombis. Curioso.
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