Me pide Pepi Toria en un comentario que escriba sobre las cábalas de mis niños a la hora de escribir la carta a los Reyes Magos. Y yo, como escribo para mi querido público, al que tanto aprecio (puede sonar a coña, pero en realidad para mi terapia es fundamental vuestro feedback), intento aplicarme a la tarea.
Podemos dividir el asunto en dos partes. La de la propia escritura, que se producirá en el último segundo, y de la que ahora a ambos no les importa mucho. Puedo avanzar que a David será un asunto que le cueste, pues ha salido tan vago como su padre (además, ahora en serio, de sus problemas de lateralidad cruzada, que le afectan al escribir). Y el tema realmente relevante, la elección de los regalos. ¿Cómo eligen? Pues hoy existen un montón de catálogos de tiendas de juguetes. Mejor no hablar de los anuncios en la tele. De hecho, ahora esos catálogos están desplazando al cuento de antes de irse a dormir, así que la cosa se ha puesto seria. Al final se quedan con lo que más les gusta. ¿El problema? Haya tanta oferta que demasiadas cosas les gustan.
Había que observar el otro día a David, concentrado como si leyera un diario económico, marcando todos los juguetes de una página de uno de esos bonitos folletos a todo color. Obviamente no íbamos bien así. Entre otras cosas, porque las equis con las que señalaba varias páginas solo las soportaría la economía y el megachalet de un potentado. Alba, que a la hora de pensar le da veinte vueltas a su hermano, le dijo: “David, ¡no puedes elegir tantos juguetes! ¡No ves que entonces los Reyes Magos no tendrán bastantes para todos los niños!”. Por una vez, momentáneamente mejor dicho, no me tocó hacer de malo de la película.
Todo es parafernalia. Recuerdo la cara de alegría de David, con 3 años, cuando descubrió entre sus regalos navideños ¡una bolsita de globos! Lo más modesto fue lo que más le gustó. Por no decir que ambos se entretenían más arrancando papel de regalo, abriendo cajas, y jugando con esas mismas cajas, que con los propios juguetes. En fin...
Eso sí, el momento de la decisión definitiva aún no ha llegado. Crucemos los dedos. De todas formas, mi adscripción a la Iglesia del No me ayudará a darles todas las calabazas que sean necesarias (que no serán pocas).
(Banda sonora: Gimme Sympathy - Metric)
Podemos dividir el asunto en dos partes. La de la propia escritura, que se producirá en el último segundo, y de la que ahora a ambos no les importa mucho. Puedo avanzar que a David será un asunto que le cueste, pues ha salido tan vago como su padre (además, ahora en serio, de sus problemas de lateralidad cruzada, que le afectan al escribir). Y el tema realmente relevante, la elección de los regalos. ¿Cómo eligen? Pues hoy existen un montón de catálogos de tiendas de juguetes. Mejor no hablar de los anuncios en la tele. De hecho, ahora esos catálogos están desplazando al cuento de antes de irse a dormir, así que la cosa se ha puesto seria. Al final se quedan con lo que más les gusta. ¿El problema? Haya tanta oferta que demasiadas cosas les gustan.
Había que observar el otro día a David, concentrado como si leyera un diario económico, marcando todos los juguetes de una página de uno de esos bonitos folletos a todo color. Obviamente no íbamos bien así. Entre otras cosas, porque las equis con las que señalaba varias páginas solo las soportaría la economía y el megachalet de un potentado. Alba, que a la hora de pensar le da veinte vueltas a su hermano, le dijo: “David, ¡no puedes elegir tantos juguetes! ¡No ves que entonces los Reyes Magos no tendrán bastantes para todos los niños!”. Por una vez, momentáneamente mejor dicho, no me tocó hacer de malo de la película.
Todo es parafernalia. Recuerdo la cara de alegría de David, con 3 años, cuando descubrió entre sus regalos navideños ¡una bolsita de globos! Lo más modesto fue lo que más le gustó. Por no decir que ambos se entretenían más arrancando papel de regalo, abriendo cajas, y jugando con esas mismas cajas, que con los propios juguetes. En fin...
Eso sí, el momento de la decisión definitiva aún no ha llegado. Crucemos los dedos. De todas formas, mi adscripción a la Iglesia del No me ayudará a darles todas las calabazas que sean necesarias (que no serán pocas).
(Banda sonora: Gimme Sympathy - Metric)
5 comentarios:
Estimado Manu, pánico me da el pensar cuándo el pequeño Lucaskywalker caerá en la vorágine consumista. Y no tanto por la adquisición de los regalos, sino porque, como soy un pésimo mentiroso, seguro que descubre él solito que los Reyes son los padres.
Yo, por si acaso, ya le dejo caer alguna pista de vez en cuando; mi mujer, sin embargo, sigue diciendo que cinco meses y medio es una edad demasiado corta para entender nada. ¡Pfff, mujeres...!
Afectadísimos saludos.
Para mi el barco pirata de playmobil...
Ay, es bueno decir la verdad, ¿pero tan pronto? Cuidado con lo que se dice delante suyo, que entender entienden...
Usté sí que sabe...
Pues mi sobrina RECORTABA del catálogo la foto de lo que quería, procurando que la referencia también estuviera, y lo pegaba con celo en lo que debía ser "la carta"... para evitar malos entendidos.
Ey, qué bien atendida mi petición. Aprovecho para lanzar (o reiterar?) otra: "la tarea de la propagación del Caos en sus diferentes versiones laborales". Textualmente. ;)
Joé, esto de las solicitudes se esta poniendo un poco xungo XD
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