A veces me pregunto si apuntamos a actividades extraescolares a los niños por su propio beneficio o solo (o en parte) por interés nuestro. Supongo que hay tantas respuestas como familias. Y, en estos temas, yo nunca voy a pretender ser mejor ni más honrado que los demás.
Alba ya tiene 6 años. A esa edad empieza la Escuela de Baloncesto. Le apetecía, yo la animaba –todo hay que decirlo-, y la apuntamos. En septiembre se hacían unos días de prueba. Inocente de mí, creía que era para ver si a los niños realmente les gustaba y decidían seguir “en serio”. Pero no era exactamente así.
El primer día, el coordinador nos explicó cómo funcionaba la película. Hay unas 15 plazas por sexo. Esos días de prueba sirven para cribar, ya que en el caso de los niños había 28 apuntados. No me preocupo por Alba. Ella entra. Solo había 8 niñas inscritas inicialmente (encima faltaron varias el primer día). Parece ser que los padres prefieren apuntar a las niñas a ballet o gimnasia. No, no es un chiste fácil, sino la realidad.
A mucha gente se le abrieron los ojos como platos al enterarse del tema de la selección. Tiene su explicación. En primero y segundo no forman equipo. A partir de tercero (de primaria, se entiende) forman equipo con 12-13 jugadores (que ya me parecen incluso muchos). Es decir, alguno se quedará fuera al llegar ese momento, de manera que cuantos más haya más niños sufrirán el palo. Menudas caras se veían entre el grupo de padres. Encima, si llega alguien de la calle con mejor nivel que los que ya están dentro, haz las maletas. Aspiran a cierta calidad técnica en los equipos, eso es lo que dicen. Y luego breve explicación de reglas: asistencia obligatoria, so pena de perder la plaza. Acudir a los entrenamientos aunque estén lesionados para hacer “equipo” y estar al tanto de las instrucciones, etc.
Me fui de allí con una sensación rara. Cierto es que no se trata que se tomen el asunto a cachondeo, pero me sorprendió un funcionamiento tan estricto en un equipo de barrio. Otra vez me quedó el reconcome de si no la habré liado al apuntarla. Tanta competencia, tanta competitividad desde pequeños. Puede que ellos no se den cuenta, pero el que se quede fuera del equipo posiblemente se lleve un buen disgusto.
Qué chungo está el mundo, empezando desde la propia base. Ya, los estamos preparando para lo que les espera cuando sean adultos. Sí, seguro.
(Banda sonora: Una vida tranquila - Mishima)
Alba ya tiene 6 años. A esa edad empieza la Escuela de Baloncesto. Le apetecía, yo la animaba –todo hay que decirlo-, y la apuntamos. En septiembre se hacían unos días de prueba. Inocente de mí, creía que era para ver si a los niños realmente les gustaba y decidían seguir “en serio”. Pero no era exactamente así.
El primer día, el coordinador nos explicó cómo funcionaba la película. Hay unas 15 plazas por sexo. Esos días de prueba sirven para cribar, ya que en el caso de los niños había 28 apuntados. No me preocupo por Alba. Ella entra. Solo había 8 niñas inscritas inicialmente (encima faltaron varias el primer día). Parece ser que los padres prefieren apuntar a las niñas a ballet o gimnasia. No, no es un chiste fácil, sino la realidad.
A mucha gente se le abrieron los ojos como platos al enterarse del tema de la selección. Tiene su explicación. En primero y segundo no forman equipo. A partir de tercero (de primaria, se entiende) forman equipo con 12-13 jugadores (que ya me parecen incluso muchos). Es decir, alguno se quedará fuera al llegar ese momento, de manera que cuantos más haya más niños sufrirán el palo. Menudas caras se veían entre el grupo de padres. Encima, si llega alguien de la calle con mejor nivel que los que ya están dentro, haz las maletas. Aspiran a cierta calidad técnica en los equipos, eso es lo que dicen. Y luego breve explicación de reglas: asistencia obligatoria, so pena de perder la plaza. Acudir a los entrenamientos aunque estén lesionados para hacer “equipo” y estar al tanto de las instrucciones, etc.
Me fui de allí con una sensación rara. Cierto es que no se trata que se tomen el asunto a cachondeo, pero me sorprendió un funcionamiento tan estricto en un equipo de barrio. Otra vez me quedó el reconcome de si no la habré liado al apuntarla. Tanta competencia, tanta competitividad desde pequeños. Puede que ellos no se den cuenta, pero el que se quede fuera del equipo posiblemente se lleve un buen disgusto.
Qué chungo está el mundo, empezando desde la propia base. Ya, los estamos preparando para lo que les espera cuando sean adultos. Sí, seguro.
(Banda sonora: Una vida tranquila - Mishima)
3 comentarios:
Desde pequeño nunca me gustarón las competiciones, ni la competitividad. Hacer deprote debe ser una cosa divertida, los niños deben jugar, divertirse y crecer. No competir.
Lástima de sociedad. Es como hablan de que en el mundo laboral falta competitividad. Que le den por culo a la competitividad. A mi lo que me interesa es la eficiencia, si al gente fuese efectiva en sus cosas, sin necesidad de competir...
Serán matices, pero son los matices que crean la cultura y la sociedad.
Espero Alba disfrute jugando a basket, pero por jugar, no por competir.
A mucha gente se le abrieron los ojos como platos al enterarse del tema de la selección.
Igualet que les meves experiències familiars amb el futbol.. .Cert, es tracta que la gent s'ho agafi amb un cert compromís (que molta gent apunta al nen, ocupa plaça i després passa del tema). PErò si tu vols apuntar a una criatura a aprendre un esport pq "només" gaudeixi, aprengui a compartir i treballar en equip i jugui i s'ho passi bé, ho tens difícil.
I després hi ha l'anglès, la informàtica, la música....
Últimament tinc la sensació que els nens tenen molt poc temps per jugar...
Yo entiendo la competitividad como Competencia con uno mismo, con la intención de mejorar y superarse, no una competición contra los otros, que es lo que entienden las empresas.
Si dejáramos de darnos codazos entre nosotros, y procuráramos ser efectivos en lo nuestro, sí, otro gallo nos cantaría.
Yo también espero que ella disfrute, porque no es una obligación. Si no le gusta, adiós. Y si me tocan las narices desde allí, han abierto otro club de basket femenino en el barrio, así que la solución es fácil.
Una cosa és el compromís, que em sembla necessari, i una altra, models com el de la foto del post d'avui, que evidentment no m'agraden gens.
No crec que la cosa doni per més activitats. A banda del basket té la piscina ;-)
Jugar, juguent, i tant, diga'm-ho a mi. Però ara han començat amb els deures. Sembla que amb el temps això anirà a més, potser toqui retallar coses extres. Primer, els estudis.
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