Hace tiempo que asistimos a fin de la civilización ejpañola. A las pruebas me remito. Ahora, llamar “hijo de puta” a tu jefe no puede considerarse causa de despido. Por un lado, eso nos permitirá desahogarnos con total tranquilidad de conciencia llegado el caso. El tribunal, para justificar su decisión, señalaba que ese epíteto ya forma parte del acervo popular y se usa normalmente en las conversaciones.
Somos un país de malhablados. Un ejecutivo americano de televisión decía que allí no triunfaban las series españolas (donde no tienen que traducirse) porque se usan muchos tacos. No es extraño oír o usar en conversaciones expresiones como “menudo cabrón” o “vaya hijoputa”, de forma no sé si llamarla cariñosa pero sí coloquial, en un contexto coleguil o informal. Yo mismo las he empleado, obviamente sin la menor connotación peyorativa. Hemos pasado del “Prohibido escupir y la palabra soez” de nuestros abuelos y padres, al libertinaje verbal de hoy en día.
Doña Espe pretende investir a los profesores (públicos, ¿y los privados?) de la condición de autoridad. Quiere devolver el respeto a las aulas, acabar con el despiporre y el descontrol en el mundo de la educación por decreto. ¿Eso es tan fácil? Los coles son territorio comanche para muchos docentes. Hemos pasado de la dictadura de los profesores de tiempos de nuestros padres a la dictadura de los alumnos en la actualidad. ¿Tratar de usted a los profesores conllevará automáticamente el respeto a aquéllos, a recuperar la autoridad perdida? ¿Acabará con los problemas de indisciplina de los chavales? ¿Será la primera piedra para revertir los altos índices de fracaso escolar?
Menudo embrollo. Puedo llamar hidepu a mi jefe tranquilamente. Bonito ejemplo para los críos. “Usted es un hidepu, profe”, queda mejor, sí. Está bien querer mejorar las cosas desde la base, pero en este caso es un empeño condenado al fracaso. ¿De qué sirve intentar recuperar ciertas reglas de cortesía y respeto en la escuela, cuando fuera de ella están en completo desuso? Está muy bien que lo enseñen en el cole, pero si fuera del mismo todos hacen lo contrario, incluidos los padres, será como predicar en el desierto. Hay cosas que solo se aprenden, se interiorizan, desde el ejemplo que recibimos de nuestros mayores. Y la educación, los valores, se pueden enseñar desde la escuela, aunque si no se afirman y refuerzan desde casa, de poco van a servir a la larga.
Esto es como decir a los niños “haz lo que digo y no lo que hago”. O intentamos cambiar todos, re-aprendemos a respetarnos a nosotros mismos, a los demás y a nuestro entorno, ¿o cómo leches queremos que se porten nuestros hijos? Cualquier otra cosa suena más bien a un vano intento por intentar tranquilizar nuestras conciencias.
(Banda sonora: Elephants play football - Shake Before Use)
Somos un país de malhablados. Un ejecutivo americano de televisión decía que allí no triunfaban las series españolas (donde no tienen que traducirse) porque se usan muchos tacos. No es extraño oír o usar en conversaciones expresiones como “menudo cabrón” o “vaya hijoputa”, de forma no sé si llamarla cariñosa pero sí coloquial, en un contexto coleguil o informal. Yo mismo las he empleado, obviamente sin la menor connotación peyorativa. Hemos pasado del “Prohibido escupir y la palabra soez” de nuestros abuelos y padres, al libertinaje verbal de hoy en día.
Doña Espe pretende investir a los profesores (públicos, ¿y los privados?) de la condición de autoridad. Quiere devolver el respeto a las aulas, acabar con el despiporre y el descontrol en el mundo de la educación por decreto. ¿Eso es tan fácil? Los coles son territorio comanche para muchos docentes. Hemos pasado de la dictadura de los profesores de tiempos de nuestros padres a la dictadura de los alumnos en la actualidad. ¿Tratar de usted a los profesores conllevará automáticamente el respeto a aquéllos, a recuperar la autoridad perdida? ¿Acabará con los problemas de indisciplina de los chavales? ¿Será la primera piedra para revertir los altos índices de fracaso escolar?
Menudo embrollo. Puedo llamar hidepu a mi jefe tranquilamente. Bonito ejemplo para los críos. “Usted es un hidepu, profe”, queda mejor, sí. Está bien querer mejorar las cosas desde la base, pero en este caso es un empeño condenado al fracaso. ¿De qué sirve intentar recuperar ciertas reglas de cortesía y respeto en la escuela, cuando fuera de ella están en completo desuso? Está muy bien que lo enseñen en el cole, pero si fuera del mismo todos hacen lo contrario, incluidos los padres, será como predicar en el desierto. Hay cosas que solo se aprenden, se interiorizan, desde el ejemplo que recibimos de nuestros mayores. Y la educación, los valores, se pueden enseñar desde la escuela, aunque si no se afirman y refuerzan desde casa, de poco van a servir a la larga.
Esto es como decir a los niños “haz lo que digo y no lo que hago”. O intentamos cambiar todos, re-aprendemos a respetarnos a nosotros mismos, a los demás y a nuestro entorno, ¿o cómo leches queremos que se porten nuestros hijos? Cualquier otra cosa suena más bien a un vano intento por intentar tranquilizar nuestras conciencias.
(Banda sonora: Elephants play football - Shake Before Use)
7 comentarios:
Pero si hay que decirlo más...
A estos tipos habría que enviarlos a Eurovisión. Que n'aprenguin!!!!
Llama la atención esta sentencia judiciál, pero para entenderla a fondo, hay que leerla amigos.
El insulto a un superiór, en el estatuto de los trabajadores no está considerado motivo objetivo de despido, sino FALTA DISCIPLINARIA GRAVE, sancionable con dias de empleo y sueldo.Acumulando tres, un empresario puede despedir automaticamente a un empleado, y en el caso que nos ocupa, este empleado fué despedido inmediatamente después del "rifirrafe". El juéz tan solo ha aplicado la legislación vigente y ha declarado el despido nulo.
Respecto a que somos un país de mal hablados, completamente de acuerdo.Ni siquiera sabemos insultar con propiedad sin recurrir a palabras gruesas, y usando correctamente el léxico se le pueden sacar los colores al mas plantado.
Y los jóvenes son los peores, la pobreza de su vocabulario nos dá la talla de sú educación.
Paradigma de lo que cito : la inclita Belén Esteban.
Manu, fillet!, t'haurem de rentar la boca amb sabó!!! ;)
Ni siquiera sabemos insultar con propiedad sin recurrir a palabras gruesas
Cert...la d'insults amb solera que s'estan perdent... Quina llàstima... :-D
No sé...jo tinc la sensació que estem creant monstres... I que ja nes ho trobarem... Però tal i com dius, estimat Manu, si no es predica amb l'exemple...
Gracias por la precisión legal, amigo rodericus. Ahora tengo claro que tengo dos "comodines", pero nunca debo llegar al tercer aviso.
En la época del sms, de las faltas de ortografía en los periodistas, y demás carencias lingüísticas, se recurre a la zafiedad facilona.
Uf, malhauradament em sembla que ni el sabó pot amb mi...
Sí, tinc que lluitar contra el meu monstre interior per intentar no donar massa mal exemple.
Con respecto a insultar sin recurrir a palabras gruesas, me remito a los debates parlamentarios durante la segunda república.
Manuél azaña llamó cornudo a un diputado de la oposición sin mencionar la palabra "cabrón", "cornudo" ni nada malsonante.
El lenguaje cotidiano se está empobreciendo de una manera lastimosa.
Publicar un comentario