A buen tiempo, mala cara

Varias veces me he referido a esa generación, la mía y la que viene por detrás, de kidults, de personas que pretenden ser -o parecer- eternamente jóvenes. Y no es una actitud meramente estética, sino también mental. Peter Pans alérgicos al compromiso, a quienes espanta madurar y, por ende, asumir determinadas responsabilidades. Ello puede llevar a la insatisfacción permanente, porque la realidad y sus anhelos viajan por caminos diferentes. Lo que queremos alcanzar hace años que lo dejamos atrás, lo que queremos ser hace tiempo que lo fuimos, y en ningún caso tenemos una máquina del tiempo que nos permita retroceder a esa soñado Sangri-la.

Esas personas, a pesar de tener todas las necesidades cubiertas, de carecer de problemas "de verdad", a veces están descontentas, insatisfechas, incluso tristes. Porque nada les parece suficiente, porque les (mal)criaron en el convencimiento de que tenían derecho a todo, y por mucho que tengan (material o no) hasta eso les parece poco. Puede tratarse también de algo más intangible, esa sensación de que nos falta "algo", no sabemos muy bien qué, aunque tengamos de todo y más, y la vida nos vaya de cara.

Estas pasadas fiestas vi un programa de Cuatro, "Callejeros". Salían personas que vivían bajo puentes. Literalmente, no la frase hecha. Gente a quien la vida ha puteado de verdad, sin compasión ni medias tintas. Eso es estar jodido de veras y lo demás son lágrimas de cocodrilo. Lo peor, en su caso, es que casi ninguno de ellos tenía visos de poder salir de esa terrible situación. Historias chungas de vidas desnortadas.

Así que he decidido ser más realista. Le he dado una patada en el culo a la autocompasión y la he enviado a la luna. Mi vida no es perfecta, cierto. Posiblemente, la de nadie lo sea. He decidido quejarme menos y ser más positivo.

Ya veremos durante cuánto tiempo lo consigo.

(Visto en Tom the Dancing Bug)

(Banda sonora: Will Get Fooled Again - Max Tundra)