
En mi lento, pero seguro, camino hacia la radicalidad de pensamiento, he descubierto mi intolerancia radical hacia la gilipollez. Sí, queridos amiguitos, los de estómago delicado y mente bienpensante haría bien en huir despavoridos de esta entrada. Ahí vamos, a riesgo de ser tildado de reaccionario o algo peor, lo cual, la verdad, me importa un pimiento.
Amparados en la "libertad de expresión" y en su derecho sacrosanto a defender sus "ideas", las minorías de tontolabas crecen y se hacen fuertes ante la pasividad de la sociedad, adormecida con el mantra de lo políticamente correcto que interesadamente nos venden los políticos y sus medios de comunicación (¿o eran los medios de comunicación y sus políticos?). Los ejemplos están a la vista, para quien no cierre los ojos o mire hacia otro lado. Ah, que no los queréis ver. ¿Tenéis apagada la tele?
Con la excusa de los incidentes en Grecia, grupos de "antisistema" se dedicaron a liarla en Barcelona a finales del año pasado. La solidaridad con la familia del estudiante muerto me parece genial, ¿pero son compatibles con ello los actos de
kale borroka? La muestra del descerebramiento y el talibanismo de estos sujetos, además de en sus propios actos, se comprueba tras las declaraciones de uno de esos merluzos a la tele. Se quejaba que la policía les había "
atacado", después de que ellos intentaran invadir una comisaría. El mundo al revés. Ahora me entero que la legitimidad de una causa está en relación directa con el empleo de la violencia usada. Qué pena que la mayoría de la gente asocie el movimiento antiglobalización a esta panda de cavernícolas y hooligans.
Segundo. Los encierros en la universidad barcelonesa. "Primos" de los borrokos anteriores, unos cuantos presuntos estudiantes se encierran en las facultades e impiden a la mayoría de los estudiantes que asistan a clase. Nunca he acabado de entender que para defender mis derechos, muy legítimo ello, por supuesto, tenga que sabotear los de los demás. Ya no entro en que esos demás sean la mayoría, sino en el respeto que se merecen las libres decisiones del otro, aunque no las compartamos y solo sea uno. De no ser así, ¿dónde queda la democracia? ¿Qué valor tienen nuestros derechos, y dónde queda la legimidad de su defensa, cuando vulneramos los legítimos derechos del otro? ¿Está bien cuando lo hacemos nosotros, y mal cuando lo hace el "opresor" contra el que nos levantamos?

¡Viva la Nueva Democracia! La que parece que defiende la peña
cool, los buenrrollistas, los presuntos progres, y los jipijapiflowers. Dejemos que los okupas roben la luz y el agua, que ya la pagaran los demás vecinos. Dejemos que lo llenen todo de mierda y hagan fiestas que impidan el descanso de los vecinos, que los pobrecitos también tienen derecho a la diversión. Dejemos que los alumnos insulten y peguen a los profesores, no sea que los niños se traumaticen. Dejemos que los políticos publiciten el uso del transporte público y suban su precio por encima del IPC, aunque ellos no lo utilicen nunca y viajen en carísimo coches oficiales. Dejemos que los turistas se meen por las esquinas, no sea que si les pedimos que se comporten civilizadamente como hacen en su país decidan no volver. Dejemos que se haga cualquier barrabasada sin que los responsables asuman sus responsabilidades. Dejemos, dejemos...
No, yo no tengo soluciones. Ni respuestas. Ese no es mi trabajo. Cada uno debe buscarlas -y encontrarlas- por sí mismo. Y el que no quiera esforzarse y prefiera que se las den mascaditas, pues ya sabe, que vaya al tarotista, se apunte a psicoanálisis o a un partido político, o vea los programas de corazón de la tele.
No sé si
asín son las cosas, pero así las cuento yo. Al que no le guste, puede cambiar de canal, faltaría más. En eso consiste la libertad, ¿no?
(Banda sonora: The Perfect Me - Deerhoof)