
De bien joven sufrí mi primer desengaño con la política: las mentiras de Felipe González para sacar adelante el referéndum de la OTAN. A partir de ahí me dediqué a votar al que creía menos malo. Hasta hoy, cuando he llegado a un punto en el que ese presunto menos malo si no se lleva a casa fajos en bolsas de basura, mira hacia otro lado ante ciertas actuaciones de sus compañeros de consistorio o no las denuncia, o -en el mejor de los casos- se limita a votar lo que ordenan los jerifaltes del partido con tal de seguir ocupando su mullido sillón. Es decir, que ya no creo en nadie.
Vamos, que me he convertido en eso que los expertos llaman un "desafecto". Parece ser que somos muchos. La mayoría formamos parte de eso que también se ha dado en llamar "mayoría silenciosa". Silenciada, debería llamarse en realidad. Porque no es que no pensemos, no opinemos, no tengamos inquietudes. El problema consiste en que los presuntos adalides de la democracia, los políticos y los periodistas (joé, me repito más que el ajo) no nos escuchan. Claro, nosotros no tenemos apellidos con pedigrí (como Millet), ni pertenecemos a la burguesía o a la tan cacareada sociedad civil. Es decir, estamos fuera de los círculos de poder y, por tanto, nuestra opinión para los que mandan vale una m... Es una percepción personal, claro.
Leía un artículo en prensa y me partía de risa. O yo soy tonto, que lo soy, o el periodista no ha entendido de qué va la película. Decía que "
por un ladrón de instituciones y media docena de abusones de sus situación de privilegio político, ¿son factores suficientes para para dinamitar la confianza de los electores en sus opciones tradicionales?". Bien, esos son la cresta de la ola, la punta del iceberg. Luego está todo lo que se tapa y los "trapicheos" y abusos de poder cotidianos que padecemos constantemente los ciudadanos por parte de las administraciones. Pero el problema real ¿es el temor a que aparezcan nuevos partidos, algunos incluso de corte autoritario? Y digo yo, ¿lo que deberían hacer no es plantearse eliminar de raíz no solo la gran corrupción, sino también las pequeñas corruptelas que son las que acaban minando la confianza en el sistema? ¿La partitocracia actual es sinónimo de democracia?
Porque oyes la frase de Maragall del principio y no lo entiendo. ¿Dictadura sobre los votantes? Más bien del aparato del partido sobre sus miembros y militantes. Al que disiente, al que se mueve, no le dejan salir en la foto, lo acaban echando. En ERC, el partido asambleario por excelencia, a Puigcercós le parece poco práctico el poder de sus militantes. Claro, no sea que pudieran votar en contra de su continuidad. Si no hay una democracia en los propios partidos, ¿cuál es la que defienden para el resto de los ciudadanos, la mayoría? Por no hablar del inefable Jordi Puyol, amagando con tirar de la manta, cosa que, como todos los que antes que él amenazaron con lo mismo, no ha hecho ni hará. Todos tienen muchas vergüenzas que tapar.
Veía a Montilla pedir perdón en la tele de Santa Coloma y no sabía si reír o llorar. Con esa expresividad que le caracteriza, parecía que estaba masticando cicuta mientras hablaba. Pedir disculpas no basta si siguen actuando como hasta ahora. Aunque, sinceramente, no creo que cambien nada. Tal vez se corten algunas cabezas para contentar(nos) al populacho. Pero mientras no haya listas abiertas, mientras el voto en blanco no tenga consecuencias, mientras los políticos sean sumisos a la dirección del partido antes que a sus votantes (justo lo contrario que en los denostados EE.UU., mira tú por donde), yo ya no creeré nunca más en los políticos. Al menos, en los tradicionales, pues ya sé lo que puedo esperar de ellos: nada bueno. Estoy abierto a escuchar al
Partido Pirata, a Ariel Santamaría de Reus, y similares.
Total, de perdidos al río.
(Banda sonora: Another way - Anorak)