Graceling

Después de leer "Los juegos del hambre" decidí seguir probando con la novela juvenil. Hoy le toca a "Graceling", la enésima aventura fantástica ambientada en un mundo medievaloide, el de los 7 reinos. Katsa es sobrina del rey y tiene la gracia de matar, es casi invencible, por lo que todo el mundo la teme. Máxime cuando su tío la usa para castigar a todos los que osan enfrentarse a él o simplemente le disgustan. Pero ella, con su primo el heredero y unos cuantos fieles, ha creado una especie de resistencia para luchar contra las injusticias. Así, rescatarán a un anciano noble de otro reino, encerrado en el castillo del reino vecino. Eso les llevará a investigar los motivos del secuestro, descubriendo un peligro capaz de amenazar la paz en los 7 reinos.

Katsa, que ya es una joven a punto de abandonar la adolescencia ha arrojado la toalla ante la incomprensión de los demás, debido al miedo que su poder les produce. Eso será hasta que conozca a Po, nieto del noble secuestrado. Él también tiene una gracia muy especial. Eso hará que ambos se unan, que aprendan a superar sus propios miedos, y a que Katsa se vaya volviendo más "humana" y descubriendo su auténtico lugar en el mundo.

Escritura funcional, la novela se desarrolla a modo de thriller para descubrir a los secuestradores, debiendo para ello viajar por varios reinos hasta dar con los culpables. Realmente no le supe encontrar la gracia al libro en cuestión.

Primero, cómo no, de una trilogía, con éste yo ya he cumplido.



Graceling; Kristin Cashore; Roca juvenil; 2009; traducción de Mila López Díaz-Guerra; 394 páginas.

(Banda sonora: Seven Nation Army - The White Stripes)

¿Cuál es el problema?

Que después de sentarte, lo primero que haga el médico sea preguntarte "¿cual es el problema?" da que pensar.

Pensar que me debo estar haciendo mayor.

(Banda sonora: - )

Pecholobo

Qué bonito resulta viajar en metro. Como un safari. Urbano. Volvía del trabajo, en pleno invierno, y un señor iba descamisado. Si se desabotonaba otro botón ya se le vería el ombligo, vamos. Una visión espantosa, puedo dar fe. Incluso espeluznante. Y en invierno. La ventaja que tiene ser miope consiste en quitarte las gafas y automáticamente difuminar la realidad. Aunque tampoco es eso, ¿no?

Resulta admirable su falta de vergüenza. Yo no podría. Soy demasiado pudoroso -y consciente de mi deplorable aspecto- para exhibir mis carnes fuera de lo que es una playa, territorio donde esos errores de la naturaleza pueden mostrarse libremente y sin demasiado cargo de conciencia (o mi terraza). Pero todo tiene un límite, creo yo. Tal vez estuviera muy orgulloso de sus lorzas, lo cual resulta todavía más loable, ¿pero es necesario compartirlas con los demás? Sí, en una chica posiblemente no me escandalizaría tanto (es un decir, por supuesto), si bien es cierto que en verano a más de una también deberían prohibirle vestir un top.

Soy un intolerante. ¿Acaso solo los guapos y las guapas tienen derecho a lucir sus cuerpos serranos? ¿Los feos no podemos reivindicar nuestras anatomías? En realidad tendría que admirar esa falta de complejos, no sé si por estar a gusto consigo mismo o por simple pasotismo. Y no, no se trata de no aceptarse tal cual es uno, sino -precisamente- de aceptar sus condicionantes.

Visto lo visto, le recomendaría al amigo pecholobo para el próximo Carnaval disfraces de legionario, gladiador, hombre-lobo, es decir, acordes con sus pectorales. Uno tiene que aprender a sacarse el máximo partido.

(Banda sonora: Darkest Dreaming - David Sylvian)

Mi teoría de la relatividad

Hay que aprender a relativizar, a tomarse las cosas con filosofía, a no darle más importancia de la que realmente tiene. Hay que intentar ver el lado positivo de las cosas, porque si no está en tu mano cambiarlo al menos que te escueza menos. Hay que pensar más en lo que tú quieres y menos en lo que los demás esperan de ti.

Porque (casi) todo es relativo. ¿O no?

Aummmm...

(Banda sonora: Friend of the Night - Mogwai)

Armas de destrucción masiva laboral

Hay dos grandes frases en el mundo laboral, convertidas ya en meme, sino incluso en lemas pseudoreligiosos. Veamos la primera obra de arte:
Esto no es mío.

Grande. Sublime. Insuperable. En sus dos acepciones: a) mío, como algo particular. b) o bien como de mi sección, departamento y, por ende, ajeno a mi responsabilidad.

Pero algunas veces el uso de esta frase se enfrenta a contrahechizos de magos de primer nivel. Amigos, no perdamos la calma. El currante avezado, preparado ante tal eventualidad, tiene en su manga un as de tal calibre que ni todos los poderes de Harry Potter pueden contrarrestarlo. La segunda frase de poder es:
Eso siempre se ha hecho así.

Claro que mi amiga Montse me recordó el otro día otra muy buena, que no recordaba:
A mí no me pagan por pensar.

Ole, ole y ole. Ante esto, ¿qué? Probad a superadlo si podéis.

(Banda sonora: Girl From The BBC - Official Secrets Act)

¿Cortesía?

Estoy sacando dinero del cajero y oigo renegar a mi espalda. No me sorprende. Últimamente estoy muy protestón, incluso demasiado para mi gusto. Un hombre se queja a su acompañante porque ha aguantado la pesada puerta de la entrada para dejar entrar o salir a alguien (todavía no veo de espaldas) y el susodicho ha pasado como una exhalación sin molestarse en dar las gracias.

He sentido simpatía por el tipo. Yo he hecho lo mismo. También he cedido el paso en puertas varias, ascensores y otras variadas muestras de urbanidad, no me atrevo a llamarlo cortesía. Ni que decir tiene que también he saludado sin recibir la menor respuesta. No siempre es así, pero visto el éxito mayoritario de esas conductas cívicas uno se pregunta si merece la pensa seguir comportándose amablemente.

Ya, si todos dejamos de hacerlo entramos en la ley de la selva. Pero, ¿por qué tenemos que seguir poniendo la otra mejilla unos cuantos? Porque no solo no te lo agradecen, encima parece que eres tonto. Cuando oigo rugir sobre el tema de la educación siempre recuerdo estos ejemplos. ¿Cómo podemos esperar educación, respeto y buenos modales cuando los mayores somos los primeros cafres, damos tan mal ejemplo a nuestros hijos? Joé, que la culpa no es del colegio, es nuestra, a ver si nos enteramos de una puñetera vez.

Otro ejemplo. Un crío de Infantil sacude un palazo (pala de plástico, no de la construcción) a otro en el patio. Resultado: varios puntos en la nariz de la víctima. Dice que fue un accidente al tirar la pala al aire, otros niños testigos dicen que le arreó a sabiendas. El cole se lava las manos. Consecuencias: al día siguiente el padre del "agresor" le dice a la madre de la "agredida"que esta vez le ha tocado a ella, que se joda. Literalmente. Alucinante. Sin comentarios.

Luego nos extrañamos de la indisciplina escolar, de los chavales salvajes, de los casos de violencia juvenil. Entre lo que nos ven hacer a los mayores y nuestra permisividad para con sus desmanes, qué esperamos. Recogemos lo que hemos sembrado.

(Banda sonora: Que tinguem sort - Dani Flaco)

Cumbres borrascosas

Mi neurona tiene una peculiar forma de establecer conexiones. Estaba tan ricamente en el sofá viendo "1408", una peli de terror, y en una determinada escena saltó el maldito flashback neuronal. John Cusack, el prota, es un escritor que tras una prometedora primera novela se decanta por escribir funcionales libros de misterio tras sufrir una desgracia personal.

Tiene una presentación de su última obra en una librería. Acude al mostrador. El dependiente no sabe quién es, apenas recordaba lo de la presentación. En la sala hay unos 4 espectadores. Le preguntan las frikadas de rigor, que el escritor responde con desapego y cierta ironía (que los frikis parecen no captar). Al final, en la firma de ejemplares, la última chica le pregunta sobre la relación entre padre e hijo descrita en aquella brillante primera novela. Él se escapa por los cerros de Úbeda, se nota que le afecta la cuestión, máxime cuando la chica le insiste en los motivos por los que no siguió la senda literaria iniciada en aquella novela.

Entonces me recordé a mí de joven, cuando realmente ambicionaba un determinado futuro profesional. Entonces el trabajo era muy importante para mí. Aspiraba a ciertas metas. Pero ciertos desengaños me hicieron abrir los ojos. Perseguía un espejismo o, peor, una no-vida. Descubrí la verdad que guarda el tópico de trabajar para vivir, pero no al revés. Vi que para alcanzar lo que me había propuesto debería realizar una serie de sacrificios, pagar un precio alto. Decidí que no me compensaba. Asumí que no tenía estómago para tragar con según que. Con el tiempo he comprobado lo acertado de mi decisión. Ahora vivo más relajado (y más pobre).

A veces las cumbres pueden resultar muy frías, inhóspitas, desagradables. A cambio gozas de unas bonitas vistas. Pero cada uno debe seguir su propio camino y asumir las consecuencias.

(Banda sonora: Bloodsport - Official Secrets Act)

Los juegos del hambre

La vida es chunga. Catnip es una adolescente que debe cuidar de su madre y su hermana pequeña. Por eso se arriesga a que la capturen como cazadora furtiva con su amigo Gale. La -relativa- tranquilidad termina cuando llegan a la ciudad los emisarios del Capitolio, el gobierno dictatorial de los 12 distritos. Hay que elegir a los dos candidatos, chico y chica, que representarán a este distrito en los septuagésimocuartos juegos del hambre. Hambre, sí, porque cada distrito está especializado en un aspecto productivo, y lo que los une a todos son el hambre y las privaciones que sufren para que el Capitolio goce de todo tipo de lujos y prebendas. Cuando sale el nombre de su hermana pequeña, Catnip decidí salir por ella. Tal vez tenga una oportunidad, algo que no tendría una cría de doce años.


Ella y el otro chico elegido, deberán viajar al Capitolio para participar en los Juegos. Viajarán con ellos un hombre, el único ganador que ha tenido su distrito, y una mujer, una especie de relaciones públicas, ambos con el objetivo de prepararlos para lo que les espera y conseguirles patrocinadores que les apoyen durante los juegos, el espectáculo televisivo del año, algo que -quieran o no- deben ver todos los ciudadanos. A partir de ahí comenzará una lucha a muerte entre los veinticuatro participantes. Solo puede ganar. El que gane dejará la miseria para siempre para convertirse en alguien rico y famoso. Pero ella es una rebelde y no está dispuesta a plegarse por el sistema.

El argumento en sí es todo menos novedoso. Varias películas ("Battle Royale", por ejemplo) y alguna novela ya tocan el argumento de todos contra todos, y el que quede se lo queda todo. Es más, el final lo podemos predecir. Entonces, ¿qué gracia tiene esta novela? Porque tenerla, la tiene. Pues la descripción del mundo surgido tras una hecatombe, un poco y salvando las distancias, con la serie "Jericho", en el que tras un atentando nuclear el establishment crea una dictadura con apariencia de democracia y cambia las reglas del juego. Y, sobre todo, atrae lo que se intuye, o más bien, sus implicaciones, máxime cuando sabemos que ésta es la primera de una serie de tres novelas. Además, Suzanne Collins, sabiendo que nos imaginamos cuál es el destino final de la protagonista, le da al asunto un par de vueltas de tuerca que consiguen sorprender.

Sí, es una novela juvenil, pero no por ello deja de ser recomendable su lectura.


Los juegos del hambre; Suzanne Collins; Molino; 2009; traducción de Pilar Ramírez Tello; 396 páginas.

(Banda sonora: Skeleton Boy - Friendly Fires)

Autoayuda o los vendedores de humo

No puedo más. Si me sigo mordiendo la lengua, me enveneno. La contraportada de El Periódico se dedica a entrevistas. Antes dedicaban una semanal al menos a rollos de autoayuda, de la mano de Gaspar Hernández, creo que periodista. Ahora, supongo que debido a que la gente busca más "respuestas" debido a la crisis, la han pasado al suplemento dominical. Es decir, la paparrucha y quien le da pábulo reciben un ascenso.

Siempre me pareció una excentricidad en un diario presuntamente serio. Hasta que un día el mago Gaspar se sacó de la chistera a un hombre (un yogui o un rollo parecido) que afirmaba que no comía desde hacía no sé cuántas décadas: se alimentaba de la luz solar, miraba fijamente el sol durante varios minutos al día. ¡Cágate, lorito! De juzgado de guardia. Eso ya no era una simple engañifa, sino fraude y un atentado contra el más elemental sentido común. Sería incluso motivo de chanza si no fuera porque algún alma cándida pueda tragarse esas memeces y seguirlas al pie de la letra, con las catastróficas consecuencias que podrían acarrear, tanto para la salud física como para la mental.

Recuerdo, para más inri, que poco después de tamaña barbaridad a Gaspar Hernandez le concedieron un premio literario. Bueno, en realidad eso tampoco supone un gran mérito en este país, en el que tan pocos escriben en catalán: ayuda muy mucho trabajar en un medio de comunicación. Así nos luce el pelo.

Desde esa "famosa" entrevista han habido muchas más. Algunas meras chorradas de embaucadores de verbo fácil. Otras rozan el esperpento con absurdas teorías. La que ha motivado que por fin escriba un post sobre el tema: el tapping (no, no es irse de tapeo), "técnica que acaba con bloqueos emocionales con golpecitos de los dedos". Sin comentarios.

En fin, todos conocemos el significado de términos como sugestión y placebo. Jetas, mercachifles y vendedores de humo han existido siempre. De ahí el boom de los libros de autoayuda, los rollos new age, etc. Lo lamentable es que se les dé cancha en un medio de comunicación, como decía antes, presuntamente serio. La razón está clara: porque estas pamemas venden. Les importa un pepino que sean más falsas que un duro sevillano.

Ya, posiblemente soy un intransigente, y es del todo cierto que soy un incrédulo. Pero la lista de los que me quieren tomar el pelo empieza a ser tan larga que, lo siento, me pongo de mala leche.

(Banda sonora: Heysátan - Sigur Rós)

Feocracia

Los críos me habían pedido llevarlos alguna vez a mi trabajo. Habíamos pasado por delante en alguna ocasión y les había dicho que ahí trabajaba el papa. Cuando algo les interesa bien que se quedan con la copla. Además, yo de chaval había ido al trabajo de padre y me encantaba, bien es cierto que aquello si que era chulo de verdad. Aprovechando el final de las vacaciones, que no teníamos nada mejor que hacer (sí, es triste, lo sé), y que a David le encanta viajar en metro y tren, nos pusimos en marcha.

Ya se sabe, lo típico: ¡qué niños más guapos! Descubrieron también que David lo pregunta todo. Ahora ya entienden porque llego todas las mañanas como una moto. Luego llegaron un par de compañeras del café. Qué guapos, otra vez, no se parecen a su padre. Afortunadamente, dije yo riéndome. Yo no me tomo esas cosas a mal. En absoluto. Me alegro que no se parezcan a mí. En ningún aspecto. Por su propio bien, está claro. No tengo ni el consuelo del tópico ese de la belleza interior.

Recuerdo que de chaval había un montón de críos feos. Yo incluido. En cambio, ahora, resulta difícil dar con ellos. No diré que todos sean guapos, pero feos no abundan. Tal vez, como comentaron ellas con sorna, tal vez sea que la raza está mejorando. Por la parte que me toca me alegro.

Los feócratas somos una raza en extinción. Nadie nos echará de menos, y yo menos que nadie.

(Banda sonora: Allí donde solíamos gritar - Love of Lesbian)

Los abandonados

Nueva producción de terror de Filmax para el consumo internacional, dirigida por Nacho Cerdá. Unos gemelos llegan con su madre moribunda a una granja. Cuarenta años después una de esos gemelos viaja hasta Rusia. La han nombrado heredera de aquella granja. Viaja hasta ese lugar perdido de la mano de dios y llegan, cómo no, de noche, en medio de una tormenta. El lugar es una edificación decrépita en una isla. Allí la dejan sola. A partir de ahí empieza a descubrir cosas de su pasado.

Enésima revisión de la casa encantanda, con sus fantasmas y terribles hechos de pasado típicos en estos casos. La verdad, el argumento (¿?) me pareció que rozaba lo absurdo e insostenible. Por fortuna, la realización del señor Cerdà francamente me gustó, sobre todo el uso de la fotografía, las sombras que realzan la angustia en los rostros de los protas. De otra manera, la película no habría quien la aguantara. “Los abandonados” me parece un buen ejemplo de perfección técnica al servicio de una historia mínima.

Aprobado por los pelos.

(Banda sonora: Espejismo - Vanexxa)

Historias del sexo convexo

El precio de la fama. Los famosos quince minutos de gloria a los que todo hijo de vecina parece ser que aspira. Salió un hombre en la tele diciendo que le había tocado el gordo de la primitiva y que buscaba mujer con la que compartirlo. Esa aparición televisiva fue su perdición. No porque encontrara una mujer que lo desplumara, no, sino porque una lo que reconoció: era un tipo que se dedicaba a seducir mujeres, a las que luego robaba en sus domicilios.

Hasta aquí nada extraordinario en el paraíso mundial de la picaresca. Lo curioso es que el chuleta iba con un cartelón en el que varias páginas manuscritas (qué cutre, en los tiempos del powerpoint y el diseño gráfico) describía sus cualidades. Entre estas, atención pues luego la cámara sacó un primer plano, decía lo siguiente como colofón: "Los sábados vamos de tiendas. Todos los sábados". Así que este prenda había descubierto que para camelar a las féminas nada de sábado, sabadete, sino una buena sesión de compras y visitas a centros comerciales. Hay que avanzar con los tiempos, supongo.

Aquello me hizo recordar una información de hace varios meses. Un estudio sobre actividad sexual en Japón determinaba que un número importante de varones treintañeros jamás habían tenido una relación sexual. Dejando de lado el frikismo intrínseco de parte de aquella sociedad, el asunto tenía una explicación dineraria. Vamos, que las mujeres no se planteaban ni mirar a la cara a los hombres que no tuvieran unos determinados ingresos económicos (no lo recuerdo bien, pero diría que estaba por encima de los 30.000 euros anuales). Obviamente, el asunto era grave, porque la falta de sexo no contribuye precisamente a tener una buena salud mental.

Eso me deprimió, primero. Luego me alegré de no ser japonés. Porque encima de ser más feo que Picio soy más pobre que las ratas, con lo que ninguna mujer me hubiera querido ni regalado.

La canción decía que Love is in the air. Ya, pues para algunos está en el aire como la gripe A, igualito.

(Banda sonora: Cruel Intentions - Simian Mobile Disco)

Yo no quiero ser guay

No, no quiero ser guay. Sí, sí es una declaración de principios. Pero es una declaración tramposa, para qué negarlo, forzada por las circunstancias. Como sé que nunca seré guay (porque nunca lo he sido), la mejor postura -o la más cómoda- es la contraria: rechazar lo que uno sabe no puede ser.

Si algo se aprende con los años es a no forzar ciertas situaciones: uno no puede pretender ser lo que no es o lo que no puede llegar a ser. Tal vez podrías engañar a los demás cierto tiempo, pero al final todo te explota en la cara. A algunos a lo mejor les funciona. Son buenos actores. Sus escrúpulos desaparecen con el tiempo. Incluso pueden llegar a sentirse cómodos representando un papel. Yo no. No sirvo para eso, igual que no sirvo para tantas otras cosas.

Cada vez me cuesta más seguir una línea recta. Por eso hace tiempo que dejé de formar parte de la tropa. Pero como guerrillero tampoco he encajado. Ahora soy un francotirador. Eso me permite (y obliga) ir por libre, no tener que dar explicaciones, no esperar nada de nadie (y que nadie lo espere de mí). Como todo, debes pagar un precio y no ser guay implica que las sillas de tu alrededor comienzan a quedarse vacías y no se ocupan, que debes seguir tu camino aunque sea un trayecto solitario (que lo es). Nadie dijo que no ser guay molara. Al contrario, no ser guay es como ir por la calle embutido en uno de esos antiguos trajes de buzo, con su escafandra y las botas de plomo.

Sí, lo admito: me gustaría ser guay. Sería lo fácil, lo más agradecido. Tendría que intentarlo, pero sé que sería una empresa fallida. No valgo.

(Banda sonora: Along the Wire - Lawrence [Superpitcher remix])